Por: Xavier Carrasco
El pasado domingo, la Fuerza del Pueblo realizó una caravana que recorrió diversos sectores de Santo Domingo, logrando reunir a cientos de simpatizantes, militantes y dirigentes de diferentes niveles de la organización verde. La actividad se presentó como una manifestación contra la corrupción administrativa, pero la composición de sus protagonistas dejó al descubierto profundas contradicciones.
La marcha estuvo encabezada por figuras cuyo nombre, inevitablemente, remite a episodios oscuros del pasado reciente: Félix Bautista, cuya sola mención provoca un tufo a corrupción; Víctor Díaz Rúa, condenado por corrupción; Guillermo Guzmán Fermín, recordado por instaurar un antro de corrupción y ejecuciones extrajudiciales desde la Policía Nacional; Rolando Rosado Mateo, a quien Estados Unidos retiró la visa tras vincularlo con redes de narcotráfico; Roberto Rosario, responsable de tirar a la basura más de 3,000 millones de pesos de los dominicanos con la compra de escáneres que jamás se usaron; y Freddy Pérez, creador del tristemente célebre “peaje sombra”, mecanismo con el que se drenaron miles de millones del Estado de manera abusiva.
Paradójicamente, mientras esa primera línea de la caravana representaba algunas de las páginas más cuestionadas de nuestra institucionalidad, el presidente de la organización, el doctor Leonel Fernández, tomó el micrófono para ofrecer un discurso que parecía sacado directamente de los años ochenta. Fernández apeló a la vieja retórica de comparar el precio del aguacate y otros productos de la canasta básica, recordándonos los discursos del doctor José Francisco Peña Gómez, quien en aquel entonces usaba esos indicadores porque respondían a la realidad social de su época, una población cuya principal demanda era la capacidad de alimentación.
Pero la sociedad dominicana de hoy es otra. Ya existen mecanismos que mitigan en gran medida el acceso a alimentos básicos. Las exigencias contemporáneas van por otro carril: institucionalidad, transparencia, modernización del Estado, seguridad, movilidad social, salud mental, calidad de servicios y competencia económica real. Mientras Peña Gómez denunciaba los precios y planteaba soluciones, Fernández se limitó a la comparación, sin proponer absolutamente nada para abaratar la vida de los dominicanos, más que los dominicanos lo elijan nueva vez paea él volver a la presidencia.
Lo que verdaderamente habría resultado de interés para el país es saber si, en un eventual gobierno suyo, Félix Bautista volvería a dirigir la OISOE; si Víctor Díaz Rúa regresaría a Obras Públicas; si Guillermo Guzmán Fermín volvería a la Policía Nacional; si Rolando Rosado Mateo estaría nuevamente al frente de la DNCD; si Freddy Pérez diseñaría otro peaje sombra; si tendríamos un nuevo acuerdo minero tan desigual como aquel que entregó un 97% a la Barrick Gold y solo un 3% a los dominicanos; o si las empresas públicas que aún quedan serían vendidas al precio de “vaca muerta”, como ocurrió con las de CORDE.
El hombre que hoy aspira nuevamente a dirigir los destinos de la nación parece seguir creyendo que el dominicano solo necesita comida, mientras olvida que fue bajo ese mismo discurso que se consolidó la institucionalización de la corrupción en sus gobiernos.
Porque no hay discurso más viejo que aquel que pretende ocultar el pasado repitiendo las mismas palabras que lo hicieron posible

0 Comentarios